De repente, el mundo se desdibujo y me vi transportado a un lugar absolutamente vacío, donde solo estaba yo. Una ligera sensación de temor, o más bien desconcierto por no saber donde estaba, se apodero de mi y en un intento de ver algo me giré aunque sin la certeza de estar moviéndome realmente (en el vacío no existen las direcciones). Tras “haber dado” dos vueltas, logre ver una cortina de metal iluminada por un foco que no estaba ahí, puesto que estaba en el vacío.
Atrás de mí, una mano hecha como de humo de incienso, hizo que me girara y con mucho cariño y cuidado acaricio mis mejillas, me dijo palabras que ahora no puedo recordar, pero eran palabras dulces, reconfortantes. Lo más curioso es que la mano pertenecía a un fantasma, no sé cómo podía yo saberlo, pero sabía que así era, pero no se sentía fría y muerta al tacto, era todo lo contrario, un toque cálido, vivo. Era el toque de alguien que no ha conocido jamás desgracia alguna.
No sé cuánto tiempo estuve ahí.
Pero sin darme cuenta yo mismo, estaba caminando de nuevo por el andén. No había transcurrido nada de tiempo, el paso que no termine de dar antes de “irme”, lo termine en el momento mismo que regrese, incluso antes de darme cuenta de que había vuelto, seguí caminando, di unos pasos más y finalmente me detuve para anotar lo que había pasado con la intención de compartirlo con ustedes. Lo que no anote fueron las palabras que me fueron dichas, pero esas me acompañan ahora, aunque no las recuerde con claridad.
"Primo Ego"